Mariana López, por Cecilia Pavón, 2009

Hay algo en la obra de Mariana López que tienen que ver con la noción de interferencia. Es imposible sustraerse del constante bombardeo de imágenes y de información que recibimos en nuestra vida diaria, cualquier intento de lograr un mirada propia y articulada como artista sólo puede resultar en medio de un estado de interferencia. Ya no podemos pensar nuestra subjetividad aislada de la información que nos llega todo el tiempo de la televisión, la web o el espacio urbano por el que nos movemos Cada pequeña mercancía que consumimos está llena de información visual; en algo tan banal como una simple caja de cereral, por ejemplo, se resume el trabajo de varios diseñadores, todo está invadido por imágenes, imágenes que en su mayoría son impersonales, anónimas, que en ningún lado tienen la marca de autor. El trabajo de Mariana López, por un lado, es crítico de este estado de cosas por momentos opresivo del mundo actual, pero, por otro lado, también reconoce que no hay vuelta atrás: como si a los artistas no nos quedara otra opción que relacionarnos dialécticamente con esta sobreabundancia de imágenes con este exceso para poder encontrar nuestra voz. En su obra la noción de caos es también muy importante; si las imágenes ya nos vienen dadas es sólo a través de la improvisaciòn que, de algùn modo, podemos tener la ilusión o el anhelo de salir de ellas y encontrarnos con nuestra subjetividad. Así, antes de ponerse a pintar, ella recolecta una serie de imágenes de las más diversas fuentes: publicidades, fotos de entornos urbanos, fotos de obras de arte del presente y del pasado, recortes de revistas, etc, y luego improvisa una organización en la tela mientras va pintando. Nada está previamente fijado sino que se va fijando en la marcha.

Podría decirse que hay una una suerte de appropiation art: se apropia de las imágenes del entorno pero les imprime su propio sentido del ritmo. En un punto, su trabajo está cercano a toda la cultura que se despliega hoy en internet, en la que la noción de propiedad intelectual no está todavía muy clara. Este, por otra parte, es un debate muy contemporáneo que permance abierto y que se toca con su obra. Internet puede ser una metáfora útil para pensar su producción: la web puede ser vista como una suerte caos que sólo adquiere sentido cuando un usuario le imprime un recorrido personal. Y este recorrido es siempre único y personal, pero está hecho a la vez de los millones de recorridos de los otros usuarios. En sus obras, lo subjetivo, lo personal, lo interno, coexiste al mismo nivel que lo exterior, lo anónimo, lo público. Así, considero como un elememento central de su obra la falta de planificiación. La falta de plan, la improvisación es una ventaja estratégica en muchas situaciones. Sus cuadros exploran las posibilidades cognitivas de la desorientación. Por eso, quizás sus obras más recientes se han vuelto más sintéticas. Ya no intenta buscar una organización de imágenes recibidas sino que busca plasmar un modo de ver al retratar ciertos objetos cotidianos. Este modo de ver no enaltece los objetos, no los glorifica, sino que los altera, los desvía, los reinterpreta, muchas veces de una manera abyecta. Hay en su obra un énfasis en un modo de ver que cuestiona la tradición de la objetividad en la que se basa la tradición cognitiva occidental. Si la idea de objetividad que domina todavía gran parte del paradigma epistemológico occidental se basa en la infalibilidad y la universalidad de la visión, su obra es un intento de cuestionar esta objetividad. La visión no es nunca algo puro y confiable sino que está siempre carcaga de condicionamientos e interferencias.