Muestra Sala de secado, Espacio Kamm, por Santiago Villanueva, 2015

Más allá de parecer una idea opuesta al trabajo de López el relato está presente en la sucesión de imágenes de la muestra. Ya desde la pregunta “¿Cómo contar una historia?” presente en el texto de sala podemos pensar la sucesión de objetos-salas- escenas como una narración que, aunque mucho menos evidente que en sus tempranos trabajos, se realiza a través de objetos simples. Sí antes las referencias eran del plano de la erudición, ahora son las de un artista que asimila lo primero que ve. Le alcanza con solo bajar la mirada, mirar sus objetos de trabajo desplazando la idea de oficio de un plano artístico a uno de utilería.

Pero si la escenografía tiene como primer elemento la distancia, estos trabajos la eliminan. Al entrar en la sala nos encontramos de lleno con un cúmulo de imperfecciones que esquivan desde un primer momento a la idea de trampa, que puede ganar la distancia. En estos trabajos solo hay un primer plano que vuelve más fugaces los primeros segundos que dura el engaño. Porque cada pieza que compone esta muestra no está trabajada como un simple trasto, todo lo contrario, tiene una individualidad molesta; luego de observarla un largo rato parece que cada parte, en este caso toalla o madera, es tan diferente a la otra que es imposible que convivan en un todo tan integrado.

Si un concepto obvio para abordar esta obra es el de mimesis, creo que en cierto punto sería incorrecto para trabajar la muestra. Porque estas obras no se presentan como un momento finalizado de la aproximación, sino todo lo contrario: muestran el proceso de asimilación, se aproximan pero cuando están apenas cerca se alejan. Si pensamos en dos imágenes o situaciones que se superponen, y que la función del artista es forzar esa superposición, todo lo que queda por fuera en ese desfasaje es desde donde tendríamos que empezar a hablar. El desfasaje más evidente es el del lienzo, que en ningún momento es ocultado sino que muchas veces toma un primer plano desde su carácter escultórico y desde su imperfección.

Cuando nos detenemos en algunos textos de López encontramos relaciones con sus obras. Entre una escritura compulsiva y un silencio insinuado, sus textos no dejan de tener una actitud declamatoria frente a su muestra.

Pero me levanto de la siesta y lo veo todo diferente.
Tengo la sensación de que el mundo está pintado.

Chequeo mi correo en la computadora y las letras parecen hechas a mano, pero tratando de disimular, de copiar la tipografía impresa; algunas hasta tienen la tinta medio corrida. Mi ventana no es de vidrio transparente, es un lienzo donde está retratado mi jardín con su planta de oreja de elefante. Tomo una cucharita para revolver el café y puedo ver con claridad las pinceladas, cómo se arma el reflejo,

sensación,
mundo,
vidrio, lienzo,
jardín,
cucharita,
pincelada.


Pero los textos no son escenificaciones sino que desglosan algunos trabajos de López desde lo anecdótico y desde una duda permanente. Cuando dice “la muestra duda de los cuadros” está más próxima a decir que la pintura duda de lo que pinta. No es un acercamiento progresivo sino un alejamiento, producto de esa duda. Es por esto que la idea de mimesis se desvanece, López no cree que exista un solo modo de ver lo que tiene a su alrededor, su trabajo responde a la pregunta “¿Qué quiere decir mimetizar?”
Los referentes más evidentes dentro de la pintura argentina para un trabajo como este son sin duda Juan Pablo Renzi y Oscar Bony. Del primero podemos decir que hizo casi un camino inverso al de López. De una pintura realista, que se ocupaba de la clasificación y ordenamiento de los objetos cotidianos, pasó a unos trabajos donde hay un desenfreno del color y la pincelada. Renzi justificaba la frialdad de sus obras por la proximidad con el concepto, y el distanciamiento era algo que partía desde la tela, con fondos generalmente neutros y planos. Las agrupaciones inciertas que Renzi realiza con los objetos que tiene a su alcance los aleja de toda posible utilidad. Algo de esto sucede con el trabajo de López. Es casi imposible llevar a un plano de la utilidad los objetos que componen esta exhibición, por lo menos desde los agrupamientos que ella propone. En esta desconexión de escenas (sala de secado-piso-paraguas), muchas veces más próximas de lo que parece, encontramos más puntos de contacto con la escritura de López. La insistencia en una misma escena u objeto (como puede ser el foco, el mantel o la tetera en Renzi) también reaparece en López, que reversiona toallas, tablas y hasta pinturas, como es el caso de Primeros Pasos de Antonio Berni en conjunto con una obra de Pettoruti, que en sus diferentes versiones presenta leves variaciones: la mirada construye nuevas obras cada vez que las aborda y la mano es incapaz de representar dos veces la misma imagen.

En el caso de Bony esta insistencia se da en los cielos y bollos, pero la gran particularidad de López en relación a este grupo de pintores es la ausencia del bastidor que vuelve a la tela un objeto modelable y capaz de aproximarse a cualquier otro material.