Muestra Sala de secado, Espacio Kamm, por Mariana López, 2015



No tengo conocidos, quedé relegada como un papel de origami…
tal vez hoy soy un cisne, ayer un cangrejo.
Es difícil tomar una forma.
Sólo replegarse, poner un brazo con un brazo, hacer coincidir las dos
piernas, como un insecto. Un ojo con un ojo, egipcios, y ya las vocales
coinciden, hasta desaparecer. ¿Cómo contar una historia?
Me enfermé, me agarró la enfermedad que les agarra a los colores,
que se contaminan de otros hasta que no se puede distinguir qué son.
Mi cerebro de pulpo se despliega y contorsiona, con sus brazos agarra
autos, destruye puentes y avenidas. Puede caer sin estar arriba de algo,
confunde los objetos. Maneja velocidades distintas con los tentáculos.
Cada uno de sus ocho brazos tiene veinte discos gelatinosos que poseen
sensibilidad, y ese hormigueo de estímulos confunde al pulpo:
pierde la noción de espacio y de verdad.



No hay un sentido,
sólo ese gesto que hacen las telas cuando
las traspasa el viento, que
no es ni un sí ni un no.