Podría decirse que hay una una suerte de appropiation art: se apropia de las imágenes del entorno pero les imprime su propio sentido del ritmo. En un punto, su trabajo está cercano a toda la cultura que se despliega hoy en internet, en la que la noción de propiedad intelectual no está todavía muy clara. Este, por otra parte, es un debate muy contemporáneo que permance abierto y que se toca con su obra. Internet puede ser una metáfora útil para pensar su producción: la web puede ser vista como una suerte caos que sólo adquiere sentido cuando un usuario le imprime un recorrido personal. Y este recorrido es siempre único y personal, pero está hecho a la vez de los millones de recorridos de los otros usuarios. En sus obras, lo subjetivo, lo personal, lo interno, coexiste al mismo nivel que lo exterior, lo anónimo, lo público. Así, considero como un elememento central de su obra la falta de planificiación. La falta de plan, la improvisación es una ventaja estratégica en muchas situaciones. Sus cuadros exploran las posibilidades cognitivas de la desorientación. Por eso, quizás sus obras más recientes se han vuelto más sintéticas. Ya no intenta buscar una organización de imágenes recibidas sino que busca plasmar un modo de ver al retratar ciertos objetos cotidianos. Este modo de ver no enaltece los objetos, no los glorifica, sino que los altera, los desvía, los reinterpreta, muchas veces de una manera abyecta. Hay en su obra un énfasis en un modo de ver que cuestiona la tradición de la objetividad en la que se basa la tradición cognitiva occidental. Si la idea de objetividad que domina todavía gran parte del paradigma epistemológico occidental se basa en la infalibilidad y la universalidad de la visión, su obra es un intento de cuestionar esta objetividad. La visión no es nunca algo puro y confiable sino que está siempre carcaga de condicionamientos e interferencias.